Mi camino en la psicología comenzó mucho antes de ingresar a la universidad. A los 17 años, inicié un voluntariado de dos años en el que trabajé con niños y adultos mayores en situación de vulnerabilidad. 

Esta experiencia fue fundamental en mi desarrollo profesional y personal, ya que descubrí como mi mirada, mi  escucha activa, mi estar, mi acompañamiento, transformaba a cada persona con la que me relacionaba y como ellos transformaban mi vida. 

Esa experiencia marcó mi vida, me hizo valorar el estar, mi presencia y la presencia del otro, al regresar a casa, me preguntaba en qué carrera se hace eso, y me encontré con la psicología, fue en ese momento que elegí estudiar Psicología Clínica, y Psicoterapia Gestáltica.

Sin embargo me di cuenta que aprendí ha escuchar, acompañar y sostener desde mucho más antes con mi abuela, mi madre, mi familia, en ese apoyo incondicional, en la confianza y en el amor auténtico, y ahora al ser profesional lo hago desde una ética profesional  y con un conocimiento en el campo. 

He trabajado con pacientes terminales, brindando apoyo emocional tanto a ellos como a su familias en el final de la vida, en el ámbito educativo con niños, en hospitales, con jóvenes, adultos y población migrante.